
La caída del régimen abre las puertas del «matadero humano»
La caída del régimen de Bashar al Assad, tras una ofensiva de la coalición liderada por el Organismo de Liberación del Levante, no solo marcó el fin de una era dictatorial, sino que expuso los horrores ocultos tras las puertas de la prisión de Sednaya, conocida como el «matadero humano».
A 30 kilómetros al norte de Damasco, esta prisión, símbolo de represión y tortura, comenzó a abrir sus puertas. Familias enteras se congregaron con la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos, muchos desaparecidos desde las revueltas de 2011.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, miles de presos fueron liberados, aunque la incertidumbre persiste sobre las celdas subterráneas aún inaccesibles.
Un hombre que participó en la búsqueda describió la escena: “Esperamos que puedan sacar a la gente. Si alguien sigue atrapado ahí, podría morir”.
Construida entre 1981 y 1986, Sednaya se convirtió en un centro de detención y tortura extremo, administrado por la Policía Militar. Dividida en dos edificios principales, albergaba tanto a militares detenidos por crímenes como a civiles acusados de terrorismo.
Amnistía Internacional documentó los horrores de Sednaya utilizando modelos 3D en 2017, basándose en testimonios de supervivientes. La prisión se hizo tristemente famosa por la brutalidad con la que se manejaban los motines, especialmente tras un levantamiento en 2008.
Mientras los equipos de rescate y familias continúan trabajando para abrir las últimas celdas, la liberación de los detenidos marca un nuevo capítulo para Siria. No obstante, las heridas del pasado y las historias de quienes sobrevivieron a Sednaya recuerdan la magnitud del dolor infligido durante décadas de represión.